Memoria y desmemoria de la transición
Daniel Lebrato
MEMORIA Y DESMEMORIA DE LA TRANSICIÓN
LAS DOS ESPAÑAS
Leo en Luis García Montero que “Antonio Machado no escribió sus famosos versos (una de las dos Españas / ha de helarte el corazón) para referirse a la derecha y a la izquierda, sino a los turnos de los partidos de la Restauración, a las dos Españas monárquicas de los conservadores y liberales”. Anoto al margen: se non è vero è ben trovato, está bien hallado: la teoría de las dos Españas, tan útil cuando ansiábamos una España distinta, mesiánica, con el tiempo y la democracia se ha vuelto una idea más peligrosa que un alacrán en un zapato.
Dos Españas como dos madres ante el juicio de Salomón: una tendría mucho que ganar con que hubiera otra a quien echarle la culpa. Entre la negra y la blanca, entre la azul y la roja, entre el clavel y la espada, se ha ido enredando (enredandó como en el muro la hiedrá) un rey que se postula para arbitrar y poner paz entre las dos Españas, y que nos dejó tirados la larga noche del 23-F mientras su majestad dudaba entre Constitución o generales golpistas.
La teoría de las dos Españas alimenta el tópico nacional. Tópico es: Psoe y Pp, todos los políticos sois iguales; condenar lo que sea, venga de donde venga; y equiparar del tirón todos los ismos de nuestro pasado reciente: nazismo, estalinismo o castrismo. Este centrismo coloca al topicante demócrata en el justo medio, donde le han dicho que está la virtud, y queda él, tan majo y tan buenón, que te dan ganas de comértelo a besos.
Habría que decir al buenón de turno que las atrocidades de la historia moderna (postnapoleónica) echan raíz en los ejércitos y en las patrias, en Estados buenos y enemigos malos a quienes, respetando Convención de Ginebra y Derechos Humanos, se puede exterminar; que los campos nazis y estalinistas deberían llevar al horrorizado a militar en las ideas y que, para ser coherente, tendría que estar en contra de cárceles y sistemas de privación de libertad, alérgico a las ferreterías que venden alambres de espino, y en contra de la guerra como método para resolver conflictos entre naciones o pueblos.
Habría que decirle que, si hay dos Españas, una lleva siglos haciendo historia; otra, tal vez ha levantado el puño o preguntado si se puede. Por otra España entiendo la de los santos inocentes: servil, mal educada, mal vestida, inculta, lujuriosa, medio deforme y faltita de todo. Lo que nadie podrá decir es que esa España de santos inocentes ha traído la crisis o nos ha llevado a Afganistán. Hay una clase que no ha podido hacer mal la historia, porque no la ha protagonizado. Medirse con otros machos de taberna, sí lo han hecho: es parte de una intrahistoria que incluye el fanatismo por el fútbol o por las tías buenas y maltratar a la que llaman la parienta. El espejo de esta España inferior es aquella otra que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza.
Cuando nuestro buenón se digna y pontifica sobre las dos Españas de república y guerra civil (sintagma precocinado), el buenón se está comiendo la demografía de cada bando, sus razones para la paz y para la guerra y el futuro que hubiera traído la victoria de una u otra España. La quema de iglesias, los abusos, fusilamientos y violaciones en el lado republicano, sólo se metabolizan en un pensamiento superior y militante. Lo que no cuadra es tan buena vista para ver de lejos las viejas fechorías y tan poca vista para no ver el mapa de los horrores de ahora mismo. Supongamos las minas antipersona made in Spain.
Una historia que es memoria
La llamada transición española marcó el paso de la dictadura a la democracia y es resultado de una serie de reformas, acuerdos y pactos que tuvieron lugar entre diciembre de 1976 y diciembre de 1978. Protagonistas fueron, por parte progresista, la izquierda social-radical del Pce y la izquierda social-demócrata y liberal del Psoe; y, por parte conservadora, la extrema derecha de Manuel Fraga (Ap-Pp) y el centro derecha de la Ucd más los partidos moderados vasco y catalán, al fondo el rey Juan Carlos y la unidad de España, la bandera y el ejército. Hitos de la transición: Amnistía, Pactos de la Moncloa y Constitución.
Entre amnistías y pactos, quedó blindada la Constitución de 1978 que cerraba un régimen, el franquismo, y dejaba otro atado y bien atado: esta democracia. Pactos y Constitución marcaban la España que iba a ser pero también la que no iba a ser: no sería España republicana ni federal, algo que la Constitución dejaba a la posteridad a precios políticamente prohibitivos.
Además de un Gobierno homologable por países aliados, la clase política española se daba a sí misma una salida y una historia: una historia que fuera la Historia y una salida a personas concretas que pareciera una solución para todos.
La Historia se reescribió así: Tema República y Guerra Civil (de esta manera se asocia la Segunda República con tiros y disturbios desde el mismo momento de su proclamación en 1930). En 1936 lo que hubo fue el estallido de un conflicto latente entre las dos Españas, estallido que se veía venir y que la república atrajo como la torre al rayo. La guerra civil (llamémosla guerra cuanto antes) fue guerra y no golpe de Estado, para lo cual tienen ustedes que pasar por alto un día incómodo, el 16 de julio de 1936, y los días que precedieron y siguieron a aquella fecha. Tienen ustedes que pasar de puntillas por la ‘cuenta de la vieja’ de Franco y de sus compinches: el pronunciamiento, el baño de sangre, la toma del poder y el reparto del nuevo Estado. Todo eso habrá que reducirlo a un mal necesario, por ejemplo: es que la república iba fatal, es que la convivencia estaba muy deteriorada, era el giro comunista del Frente Popular. La cuestión será hacer olvidar que, comunista o no, el Frente Popular fue un Gobierno legítimo salido de una legítimas elecciones.
[Dicen que cada español aficionado al fútbol lleva dentro un seleccionador nacional y un once ideal con el que la selección ganaría todos los partidos. Aquí igual: frente al lenguaje secamente estadístico que preside la democracia, “quien gana, manda”, en la república tenía que mandar no quien había ganado (el Frente Popular), sino quienes tenían y tienen en la cabeza los ‘seleccionadores’ de la patria. La legitimidad democrática se la pasaron los golpistas por la culata como los demócratas se la pasan por las novelas de Javier Cercas.]
Una vez puesto a enfriar el pronunciamiento de Franco, la historiografía oficial fue aliñando otras fechas: la ‘guerra’ se habría iniciado en Asturias en octubre del 34, o el día que mataron a Calvo Sotelo, 13 de julio del 36, de modo que el uno de abril de 1939, último parte de guerra del general Franco, a su modo empezaba, si no la paz, la posguerra y, de la posguerra, a la reconciliación nacional y, de ahí, a la flamante Constitución.
No imaginaban que los derechos civiles, de personas tomadas de una en una, iban a sacar adelante una ley como la Ley de la Memoria Histórica.
Memoria que es historia
Si el golpe llegó a guerra civil no fue porque hubiera dos Españas sino porque la España golpista se vio sorprendida por la resistencia al golpe de la España pacífica, que fue la que hizo fracasar el pronunciamiento. En justicia universal, a los golpistas se les juzga por sus intenciones y por los golpes realmente dados a personas, familias o a instituciones. Si la guerra es el fracaso del golpismo y, a más guerra, más derramamiento de sangre, ¿a quién habría que juzgar con mayor motivo, a Franco o a Pinochet?, ¿al franquismo o la dictadura argentina?
La ley de amnistía (mejor: la amnesia) valía para gente como Santiago Carrillo (a quien la derecha reprochaba una matanza en Paracuellos del Jarama), como valía para culpables del régimen o de haber traído el régimen: golpistas y militares, funcionarios y particulares. Cuatro de las cinco partes firmantes del Pacto de la Moncloa, se dice pronto, tenían las manos manchadas de sangre (de verdad o de mala prensa): el Gobierno del Movimiento, la monarquía continuista, Fraga el de “la calle es mía” y Carrillo.
A aquella transición tan cortita, democráticamente hablando, le venía de perlas la doble presión de estar entre la espada del ejército golpista y la pared de los atentados de Eta. Y, la verdad, hubo un 28 de febrero de 1981. Hoy en 2010 el Gobierno promete la “salida policial” al terrorismo y ya no hay golpistas en el ejército. Si reconocemos las presiones de los poderes fácticos en el 75-81 y si justificamos lo injustificable en nombre del realismo político en aquellos años oscuros, ¿por qué en estos años claros se sigue santificando una Constitución conseguida bajo presiones, que es como decir bajo tortura? El caso más claro es la reforma de la ley electoral, que no costaría nada. Pues tampoco. Psoe y Pp se han dado cuenta de que el bipartidismo funciona, han descubierto que ellos son las dos Españas. Una cámara excesivamente fragmentada daría gobiernos inestables, dice el Psoe (no Izquierda Unida), y no parece oportuno cambiar la ley electoral. Como el Concordato con la Iglesia: “para otro día”.
Mientras la fábula de la modélica transición española corría entre nosotros y se hacía rosa con doña Letizia y libro de texto con la asignatura de ciudadanía, Argentina y Chile demostraban que no pasaba nada por sentar en el banquillo a golpistas y torturadores. Paralelamente, la disgregación de la antigua Unión Soviética no ha destrozado el mundo, sino dado independencia a países o naciones. (Ésa es otra que se ha comido el quinteto de la Moncloa: el derecho de autodeterminación de los pueblos. Ese derecho solucionaría pacíficamente la cuestión vasca o catalana, y haría más fácil el gran tema del que nadie quiere hablar: la descolonización de Ceuta y de Melilla, la puesta bajo control de España de Gibraltar, autónoma o federal, pero de España.)
Mundo al revés: juicios a Garzón y a la voluntad de Cataluña expresada en referéndum. Los demócratas que idolatran la Constitución responden que “en democracia”, y bajo “el imperio de la ley”, estamos a lo que dictaminen los jueces del Supremo y del Constitucional, que eligen los de siempre.
Ni tontos ni marxistas, querrán que digamos: amén.
Daniel Lebrato, 5 del 5 de 2010
MEMORIA Y DESMEMORIA DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA
APÉNDICE DE FECHAS
1969 Franco nombra heredero al príncipe Juan Carlos
1975.20.11 muere Franco
1976.28.07 Concordato entre España y la Santa Sede
1976.30.07 primera ley de amnistía
1976.15.12 se aprueba en referéndum la Ley para la Reforma Política
1977.09.04 legalizado el PCE
1977.15.06 elecciones generales: gana la UCD de Adolfo Suárez
1977.15.10 segunda ley de amnistía
1977.25.10 Pactos de la Moncloa: firma del pacto económico, dos días después
1977.27.10 firma del pacto político, que Fraga no ve “oportuno ni efectivo”
1978.06.12 se aprueba en referéndum la Constitución, ratificada por las Cortes
1978.27.12 las Cortes aprueban la Constitución, que fija el Senado y la ley electoral
1979.01.03 elecciones generales: gana la UCD de Adolfo Suárez
1982.28.10 elecciones generales: gana el PSOE de Felipe González
2007.26.12 Ley de Memoria Histórica
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